Con el cielo abierto,
la cima de la montaña
recibe con brazos extendidos
a mi hambrienta voz.
Aún en los ecos
de la mas amarga indulgencia
escucho un llamado,
un llamado que me incita a la demencia.
Llantos enmudecidos
que brotan desde mi soledad
profunda sensación del alma
que ha sido emancipada.
Dibujo círculos en la tierra
líneas sagradas
que sirven de fronteras
a mi desolado templo.
Sangre es derramada...
las espinas crecen
y enmarcan
el camino para ser libre.
Eterno...
Agonizante y raptado.
Efímero...
Sublime y amado.
Fui llamado,
a rastras traído a la vida de nuevo,
sin embargo hoy me sublevo,
y dejo de ser solo un juego.
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